EL TEST DEL DR. COUÉ (EL ENGAÑO DE PARTAGÁS)

by Pipo Villanueva
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Este es uno de nuestros juegos favoritos de todo el repertorio de Gabi.  A nivel técnico, no tiene más que un par de pases y una maniobra clásica como poco utilizada en nuestros días.  El efecto en sí también es conocido (en la línea del “Partagás Sell” o “Dunbury Delusion”), pero lo que cambia por completo es el enfoque.

En el efecto clásico, después de dar a escoger una carta, perderla en el mazo y mezclar, el mago saca tres cartas para que éstas le ayuden a encontrar la elegida, siendo una de ellas “accidentalmente” la escogida.  Luego le pide al espectador un número, se reparten tantas cartas como el número nombrado, dejando aparte la carta que ocupaba esa esa posición. Ahora, el mago pregunta sobre la identidad de la carta, los espectadores la nombran y aparentemente todo va a salir mal.  El mago, sin embargo, después de una pausa, muestra esa carta, revelando que mágicamente, es la elegida.  Tras la sorpresa, el mago despierta sospechas sobre las tres cartas que previamente puso sobre la mesa y, después de jugar un rato (y casi guiñando el ojo), revela que la carta elegida no está allí.

Al abordar este juego, Gabi cambió el orden de los acontecimientos y eliminó la clásica burla final (ese molesto sentimiento de «te la colé») que tienen este tipo de efectos. Y lo a través de un aparente fracaso debido a que el espectador «no ha creído». Cuando Gabi le pide que lo haga y una vez el espectador acepta la petición… se voltean las tres cartas de la mesa para recordar la posición indicada por la última (no para demostrar que la carta elegida ya no está allí) y de súbitamente… todo cambia. La mirada de los espectadores se modifica y de repente desean y creen que el juego va a funcionar, sin importar el cómo. Al volver a contar las cartas, el espectador ya sabe y DESEA que la carta en esa posición sea la elegida.

Con muy pocos cambios en la rutina pero con una mirada por parte del mago completamente diferente, la experiencia del espectador no tiene nada que ver.  En el primer caso, después de hacer creer al público que la carta que pusiste en la mesa no es la elegida porque ya está entre las tres que retiraste anteriormente, el mago “a través de su magia” transpone triunfalmente la carta equivocada por la elegida que estaba entre las tres que previamente se apartaron, cambiando la una por la otra.  En el caso de Gabi, es el pacto de creer por parte del espectador lo que cambia la realidad y al final, es como si el mago nunca fuera consciente del aparente fallo.  Como decía Woody Aragón, al conversar sobre la diferencia entre la rutina clásica y el enfoque de Gabi, en el primer caso se cambia una carta por otra y en el caso de Gabi lo que se cambia es el espectador.

Para nosotros, éste es uno de los juegos que mejor definen la tan tantas veces malinterpretada magia ficcional, que no consiste en contar historias o interpretar un personaje (una cosa es la magia ficcional y otra la magia con ficción) sino, y sin que nuestro arte pierda su condición de imposibilidad, ofrecer al espectador una propuesta interesante, que lo enganche emocionalmente, con la imposibilidad como vehículo y no como fin en sí mismo, sin aludir explícitamente al truco/trampa aunque sin renunciar a la claridad, a la situación inicial bien definida y otros conceptos que refuercen el imposible pero no verbalmente y sin que éstos perviertan la experiencia del espectador. 

Este efecto se grabó en el Teatro Museo El Rei de la Magia en 2012, durante un festival donde Gabi realizó 24 horas seguidas de magia, todos con cartas y sin repetir un solo juego. 

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